Las morsas europeas recibían el Año Nuevo tradicionalmente sumergiéndose en las frías aguas invernales. Sin embargo, el clima los acompañó.
El buceo de Año Nuevo en el río Tíber tuvo lugar en la capital italiana. Al mismo tiempo, Maurizio Palmulli, de 70 años, un buzo veterano, dedicó su inmersión al difunto Papa Benedicto XVI. En total, solo cuatro «morsas» se atrevieron a zambullirse en el agua fría desde el puente Cavour de 15 metros. Cerca, por razones de seguridad y dispuestos a ayudar, un equipo de bomberos estaba de servicio. Mauricio Palmulli dice:
«Buceamos solo para mantener viva esta tradición romana. Aquí no hay política ni dinero. Me alegra ver a los niños, porque ellos son los que continuarán con esta gloriosa tradición».
Las morsas alemanas, miembros del club Berliner Seals, disfrutaron de las frías aguas del lago Orank. Sin embargo, el agua resultó ser mucho más cálida que en años anteriores: el aire se calentó hasta dieciséis grados centígrados y la temperatura del agua superó los 6,5 °C. Ursula Schwarz, quien también es miembro del club Berliner Seals, dice:
«La comunidad local es muy divertida aquí. Cuando sales del agua después de nadar, sientes las hormonas de la felicidad hirviendo en ti. Y he sido miembro durante mucho tiempo, treinta y siete años. Simplemente algo me faltaría si no pudiera nadar el domingo».
Hacía más frío en los Países Bajos: allí se acostumbra nadar en el Mar del Norte. Se cree que la tradición la inició un club de nadadores local en los años 60 del siglo pasado.
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