25.04.2024

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Cómo los traumas infantiles arruinan aún más nuestras vidas

Reconociendo la influencia de los cuidadores en la formación de la personalidad, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. Y Kaiser Permanente unieron fuerzas en 1995 para estudiar las «Experiencias adversas de la infancia», en lo sucesivo denominadas ACE.

Los investigadores evaluaron a más de 17,000 participantes para determinar hasta qué punto estuvieron expuestos a cualquiera de las siguientes experiencias antes de los 18 años:

emocional; abuso físico o sexual; negligencia emocional o física del niño; conflictos domésticos entre padres, incluida la violencia entre parejas frente a un niño; abuso de sustancias psicoactivas por parte de los padres (alcohol, drogas); enfermedad mental; divorcio de padres; encarcelamiento de uno de los padres.

El estudio encontró que el trauma de las ACE se asoció con una predisposición en la edad adulta a comportamientos de alto riesgo para la salud como fumar, abuso de alcohol y drogas, actividades de riesgo (crimen) y obesidad severa.

Los científicos también han encontrado un vínculo entre la cantidad de ACE y problemas de salud como enfermedades cardíacas y pulmonares, cáncer, derrames cerebrales, diabetes y una reducción general de la esperanza de vida.

Además, los investigadores encontraron una relación significativa entre el número de experiencias adversas en la infancia y los problemas de salud mental: depresión, ansiedad, trastornos del comportamiento y suicidio.

Desde entonces, el Consejo Científico Estadounidense para el Desarrollo Infantil ha ampliado la lista de ACE para incluir el trauma mental social y sistémico: abuso infantil, racismo y pobreza crónica.

Desde la investigación inicial, se han realizado cientos de otros para identificar los posibles efectos negativos asociados con las ACE, incluidos los efectos sobre los rasgos de personalidad como la ira (es decir, una predisposición a la ira y la hostilidad intensas). Esto tiene sentido si se considera que el abuso infantil crea una fuerte sensación de amenaza en ellos y deben «mantenerse firmes de por vida».

En pocas palabras, cuando un niño es abusado, experimenta una sensación de amenaza que desencadena una respuesta de lucha-huida-congelación. Estas experiencias contribuyen a un «umbral de activación» más bajo, la percepción instantánea de una amenaza, incluso si no existe en la realidad.

Esta experiencia, según los expertos, sienta las bases de la falta de capacidad del cerebro racional (corteza cerebral) para suprimir el cerebro emocional (sistema parietal). Por lo tanto, aumentan la probabilidad de una reacción.

En los últimos años, los científicos han llegado a estar de acuerdo en que nuestra neurofisiología ha evolucionado para ayudar a satisfacer tres deseos básicos: seguridad, conectividad y una existencia cómoda. Los niños que experimentan ACE enfrentan desafíos en los tres casos. Su calidad de vida se reduce significativamente en general.





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